- Fuente: Estudio Amann, Cánovas y Maruri
- Arquitectos: Atxu Amann Alcocer, Andrés Cánovas Alcaraz, Nicolás Maruri González de Mendoza
- Arquitecto Técnico: Rafael Checa
- Ubicación: San Cayetano Square. Monteagudo. Murcia (España)
El éxito de un parásito arquitectónico en un legado prehistórico
Pensamos en el uso de programas arquitectónicos como Rhino y nos vienen a la mente los trabajos de Zaha Hadid o Norman Foster. Pero Rhino va más allá de descomunales proyectos o de la complejidad paramétrica o NURBS. En este blog, queremos ampliar la mirada.
Cuando un arquitecto o ingeniero se plantea comparar los mejores programas para su trabajo, se decanta por Rhino cuando necesita libertad de trazo, un modelado preciso, curvas complejas… pero sus posibilidades son muchas otras.
Si, además, añadimos una herramienta como VisualARQ, la tecnología estará al servicio de su creatividad y no al revés. Para cualquier tamaño de proyecto.
Volvamos al principio. ¿Grandes construcciones? No necesariamente. Ni siquiera en el nombre o en el concepto. ¿Cuántos títulos grandilocuentes conoces aplicados a proyectos? Pueden ser adjetivos brillantes, denominaciones sugerentes, místicas o alusiones exóticas. ¿A quién no le gusta contemplar su obra bajo un título que exprese su sofisticación?
Pues bien, hay opciones alternativas: el estudio con oficina en Madrid de Amann, Cánovas y Maruri habla de su proyecto para el Centro de Visitantes del Museo de Monteagudo diciendo “Este edificio es, sin duda, un parásito”.
Qué alivio. Un parásito en el mejor de los sentidos, el de mímesis y adaptación. Un intercambio fructífero de energía.
Monteagudo es una pequeña localidad de la provincia de Murcia, en España. No fue difícil elegir la mejor ubicación para un nuevo museo, simplemente tenían que seguir la corriente de la historia local. Una colina cercana es la representación física de la historia del pueblo. Por su privilegiada posición fue elegida por los sucesivos habitantes de la comarca ¡desde la prehistoria! Existen restos de un poblado argárico de la Edad del Bronce fechado 2.000 años a.C., un poblado ibero del s. IV a. C, un yacimiento romano del s. I d.C, de un poblado árabe, pervive una ermita cristiana y los restos de un castillo del año 1.000.
Imaginen por un momento que son arquitectos y reciben el encargo de crear una obra que, con el tiempo, dejará su rastro con estos ilustres precedentes. Historia con mayúsculas. Los afortunados fueron Atxu Amann, Andrés Cánovas y Nicolás Maruri, quienes emplearon el software Rhino.
El Centro de Visitantes está justamente dónde existieron el poblado prehistórico y el asentamiento romano. Por un lado, se deben conservar los restos y permitir su estudio. Por otro, debe adherirse a la piel de la montaña coronada por un castillo y una ermita y convivir con ellos. Cuando se divise desde la cima o desde las torres del castillo, el museo debe ser un relieve más.
La orografía del terreno condiciona toda construcción. En este caso, dado que se trata de un edificio que recibirá visitas, se ha optado por las rampas. Doble ventaja: favorecen el acceso de todo tipo de visitantes y al mismo tiempo hacen que los volúmenes del edificio encajen en el entorno. La construcción tiene forma de “U”, dejando en el centro una capilla barroca.
Salvada la cuestión de la forma, ¿qué hacemos con el revestimiento? No se ha elegido la piedra que se mimetice con la ladera de la montaña. Este parásito tiene piel de metal, con un diseño vegetal que la cubre por completo, inspirado en la naturaleza de los alrededores.
La planta inferior se ha pensado como un elemento abierto, como un refugio temporal. Los autores del proyecto han creado un edificio urbano que queda abierto a los vecinos y se convierte en un refugio a la sombra bajo el inclemente sol de Murcia. Sus muros son de hormigón visto y cuenta con paneles movibles realizados en metal.
Si quieres acceder a las exposiciones temporales, debes ascender a la planta superior donde se encuentran las salas. A través de las ventanas, contemplas la naturaleza y el castillo. Su estructura metálica la forma un panel de múltiples hojas selladas con impermeabilización en caliente. El caparazón de este peculiar parásito es un recubrimiento de acero cortén perforado con unos motivos que recuerdan la vegetación. A través de ellos, la luz llega tamizada al interior.
Las celosías metálicas son claramente contemporáneas por su material pero, si pensamos en la tradición arquitectónica, es inevitable pensar en las celosías árabes.
La lámina del agua del interior nos lleva con la imaginación a las habituales en la arquitectura árabe.
Hace más de 700 años, a través de unas celosías árabes, de madera o piedra, se podía contemplar esta colina. Hoy, siglos después, vislumbramos a través de otra celosía de metal el mismo paisaje. En nuestra contemplación hay algo más, este Museo nos permitirá acercarnos a los antiguos yacimientos y observar los restos de la forma de vida de quienes nos precedieron.
En esta colina de Murcia adquirimos la conciencia de que no somos los primeros. Confiemos en que tampoco los últimos. El Centro de Visitantes del Museo de Monteagudo, nuestra huella.